El Perú se ubica en el denominado Círculo de Fuego del Océano Pacífico, una zona que concentra aproximadamente el 85% de la actividad sísmica mundial (Gob.pe, 2024). Esta energía sísmica se acumula desde hace casi tres siglos (Instituto Geofísico del Perú [IGP], 2025). Entre 1969 y 2009, el país sufrió cinco terremotos con magnitudes superiores a 7.0, que provocaron más de 70,000 fallecidos y pérdidas materiales incalculables (Instituto de Nacional de Defensa Civil [INDECI], 2022). Si bien la actividad sísmica se registra en todo el territorio nacional, los sismos interplaca[1] ocurren principalmente por la interacción entre las placas de Nazca y Sudamericana, afectando especialmente a ciudades de la zona costera centro y sur, como Áncash, Lima, Ica, Arequipa, Moquegua y Tacna (INDECI, 2022). Estos sismos son de foco superficial, es decir, la magnitud de los daños son en la superficie y las infraestructuras.
En este contexto, Lima se posiciona como uno de los puntos de mayor vulnerabilidad ante la inminencia de un gran sismo por la centralización de la capital. Sin embargo, es fundamental no solo analizar el impacto a nivel económico, sino también en una dimensión psicosocial. En este contexto, un desastre natural de gran magnitud afecta el bienestar común. El objetivo del presente artículo es analizar el efecto potencial en las viviendas de la ciudad y las consecuencias psicosociales que podrían experimentar sus habitantes tras vivenciar un evento de este tipo. Además, analiza los planes de acción nacionales existentes para mitigar los daños, identificando sus alcances y limitaciones.
Impacto en las viviendas de Lima
Con base en el terremoto de Pisco en 2007, las pérdidas económicas de un terremoto de 8Mw[2] ascienden a 2,7 mil millones de dólares, de los cuales los sectores más afectados son la infraestructura (40%) y la vivienda (30%) (Sismos Perú, 2024).
En el caso de Lima, el mercado inglés de seguros Lloyd’s calcula pérdidas por 35.530 millones sin incluir el riesgo de un tsunami (García, 2019). Con ello, el Instituto Nacional de Defensa Civil (INDECI, 2017) estimó que un terremoto de 8,8 grados afecta al 68.6% de la población de riesgo Muy alto, entre fallecidos y heridos, como se observa en el Gráfico 1. Asimismo, de las viviendas en riesgo Muy Alto, el 37.7% estaría destruida y el 62.3% estaría inhabitable, como se muestra en el Gráfico 2.
Cabe señalar que debido a que en 2025 la población y el número de viviendas han aumentado respecto a las proyecciones de 2016–2017, los impactos potenciales serían aún mayores. Este alto nivel de exposición se explica por el carácter centralista del país, que ha concentrado en la capital una población actual superior a 10,4 millones de personas que representan el 30.4% de la población total del país (Instituto Nacional de Estadística e Informática, 2025).
Figura 1: Porcentaje de personas heridas o fallecidas según niveles de riesgo proyectado en población de 2017
Fuente: INDECI (2017). Elaboración propia.
Nota: El nivel de riesgo refiere a Muy alto como población fallecida, Alto a población herida y Bajo a población no afectada.
Figura 2: Porcentaje de viviendas inhabitables o destruidas según niveles de riesgo (proyección en viviendas 2016)
Fuente: INDECI (2017). Elaboración propia.
Nota: Los niveles de riesgo refieren a Muy alto como viviendas colapsadas, Alto a viviendas afectadas y Bajo a viviendas no afectadas.
Características de la vivienda en la capital
El crecimiento urbano de Lima presenta dos dinámicas principales. Por un lado, en las zonas céntricas predomina un crecimiento vertical marcado por el auge de condominios y edificios multifamiliares. Este fenómeno se explica por la alta demanda habitacional en la capital, que ha generado un incremento sostenido en los precios: actualmente, el valor de venta de un departamento alcanza los 6,800 soles por m², con una variación anual de +1.6%; mientras que el alquiler promedio bordea los 3,200 soles mensuales, con una variación de +8.1% (Urbania, 2025). Si bien esta tendencia responde a la alta demanda habitacional, surgen dudas respecto a la suficiencia de la regulación para garantizar la resistencia estructural[3] frente a un sismo de gran magnitud (Ramírez et al., 2023). La vulnerabilidad de estos edificios puede manifestarse en limitaciones para soportar el movimiento sísmico o en el riesgo de colapso de fachadas. Este último implica la caída de elementos estructurales, rotura de vidrios o desprendimiento de recubrimientos, especialmente en construcciones mal diseñadas (Alvarado, 2024; Chávez, 2025).
Por otro lado, la expansión horizontal hacia la periferia se vincula a procesos migratorios motivados por la búsqueda de mejores oportunidades y calidad de vida (Huarancca & Ortiz, 2020). No obstante, esta urbanización se caracteriza por la autoconstrucción informal, el hacinamiento y la ausencia de planificación territorial (Ramírez et al., 2023). Un estudio de GRADE identifica que en Lima el 69% de las viviendas son autoconstruidas (ver gráfico 3) (Espinoza & Fort, 2024). La autoconstrucción tiende a ser construida por el mismo propietario, no cumple con las normativas vigentes de edificación y presenta alta incertidumbre en la calidad final de la vivienda (Espinoza & Fort, 2024). A ello se suma la baja fiscalización municipal en las obras, lo que deriva en viviendas sin la infraestructura necesaria para resistir un sismo severo. En consecuencia, el INDECI (2017) advierte que los distritos periféricos son los que presentan mayor nivel de riesgo en caso de un terremoto de 8,8 grados.
Figura 3: Distribución de viviendas autoconstruidas en Lima
Fuente:Espinoza y Fort (2024)
Nota: El color rosado representa las viviendas autoconstruidas en la ciudad de Lima
¿Cómo reaccionará la población?
Más allá del costo económico y del impacto en la infraestructura, un sismo de gran magnitud genera también consecuencias profundas en la esfera psicosocial, afectando tanto la salud física como mental de la población. En principio, los efectos comunes son la pérdida de vidas humanas y la destrucción de bienes materiales de valor económico y emocional (Bagozzi et al., 2020; Lastovicka & Sirianni, 2011; Salazar, 2018). Con ello, surgen afectaciones en la salud mental como estrés postraumático, ansiedad, depresión o estrés crónico (Salazar, 2018). Esto se agrava por la carencia de recursos básicos en los sobrevivientes de alojamiento, servicios básicos, alimentos y agua (Rodríguez & Terry, 2002). Así, la pérdida de la vivienda y de los centros laborales no solo implica un impacto económico.
Otros estudios indican que los sobrevivientes de terremotos muestran una mejora en la satisfacción de vida, mayor valoración de la vida y un incremento de la cohesión social en su comunidad (Bertinelli et al., 2021; Jung & Hang, 20233; Reyes et al., 2021). Sin embargo, es importante considerar que estos efectos positivos se despliegan en un contexto favorecido por el apoyo económico y político que ofrecen las instituciones estatales (Reyes et al., 2021).
En este orden de ideas, el desplazamiento de la población o la migración interna puede emerger como una salida oportuna frente a la crisis. La concentración poblacional de Lima, alimentada históricamente por la búsqueda de mejores oportunidades y acceso a servicios, podría revertirse en un escenario post-sismo, desencadenando un éxodo similar al ocurrido durante la pandemia de la COVID-19 (Huaranca & Ortiz, 2020). Esto se debe a que una parte importante de migrantes en Lima no cuenta con una red familiar (35,7%) y vive en viviendas alquiladas (53%), lo que los haría especialmente vulnerables frente a la pérdida material y al aislamiento social. En ese contexto, la devastación de un terremoto podría intensificar la percepción de Lima como una ciudad sin nada que ofrecer, al menos temporalmente, incentivando el retorno hacia sus ciudades de origen, particularmente en el centro y norte del país, que son los principales focos de migración hacia la capital (Ver gráfico 4).
Figura 4: Migrantes en Lima y Callao sin red familiar, según distritos de nacimiento (en miles de personas)
Fuente: Elaboración de Huarancca y Ortiz con base en el Censo Nacional 2017 (publicado en 2020).
Alcances y planes de acción del Estado
Actualmente, las capacidades del Estado para responder a desastres naturales se estructuran a través del Sistema Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres (SINAGERD), un sistema interinstitucional y descentralizado que organiza, coordina y articula la gestión de riesgos en todos los niveles de gobierno. Dentro de este sistema, se desarrollan y ejecutan diversos lineamientos e instrumentos, como el Plan Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres 2014-2021 (PLANAGERD) (INDECI, 2022).
Estos instrumentos han permitido comprender mejor el riesgo y el impacto potencial de los desastres, orientar inversiones, y preparar respuestas que faciliten la reconstrucción, contribuyendo así al fortalecimiento de la resiliencia institucional mediante planes y programas específicos. No obstante, el PLANAGERD reconoce que una de las condiciones de vulnerabilidad es la debilidad en la gobernanza e incorporación de la gestión del riesgo para la respuesta de recuperación ante un desastre (INDECI, 2022). Ello puede deberse al estudio insuficiente de las condiciones de riesgo de los territorios, la ineficacia institucional en la articulación o despliegue de los mecanismos o intervenciones, la debilidad en la incorporación de inversiones públicas y privadas, así como a la escasa cultura de prevención en la población (INDECI, 2022).
Todo ello lleva a replantearnos si, a pesar de contar teóricamente con planes de contención, Lima está lista para un terremoto inminente. En ese sentido, resulta clave recordar que invertir en prevención no es un gasto, sino una estrategia costo-efectiva: según la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR, s.f.), cada dólar invertido en la reducción de riesgos puede ahorrar hasta 15 dólares en recuperación, y cada dólar destinado a infraestructuras resilientes evita 4 dólares en reconstrucción.
Conclusiones
En la actualidad, Lima se encuentra en una situación de vulnerabilidad frente a un terremoto de gran magnitud. El centralismo y el crecimiento urbano con una débil fiscalización implican pérdidas materiales, humanas y afectaciones psicosociales, con un posible éxodo de por medio. Si bien el Estado cuenta con planes y financiamiento internacional, queda pendiente la eficacia en manos de las autoridades responsables. Por ende, la verdadera pregunta es si el Perú será capaz de proteger y reconstruir la capital durante y luego de la catástrofe.
Recomendaciones
Es necesario implementar políticas de Estado que desconcentren recursos de Lima (estructuras de salud, recursos humanos, insumos, etc.) y fortalezcan servicios básicos para reducir riesgos frente a desastres naturales (Salazar, 2018). Ante una migración interna de retorno, los gobiernos deberán responder a nuevas demandas, mientras la capital afronta la reconstrucción económica, social e infraestructural por la pérdida de capital humano (Huarancca & Ortiz, 2020). A partir de lo desarrollado, se recomienda que las acciones no se limiten únicamente a la recuperación de las pérdidas materiales, sino que incluyan un abordaje de la población desde un enfoque humanista y empático, considerando los procesos de duelo y el reconocimiento del malestar psicosocial.
De esta manera, se debe promover el apoyo social, es decir, fortalecer vínculos comunitarios más sólidos que contribuyan a la recuperación integral de sus distritos o comunidades.
Asimismo, el comportamiento y preparación ante un sismo implica tomar medidas preventivas que pueden salvar vidas. Según el Instituto Nacional de Defensa Civil (INDECI), es recomendable que previo a un sismo cada familia identifique zonas seguras, cuente con una mochila de emergencia, participe en simulacros y eduque a los niños sobre cómo actuar en cada etapa del sismo. Respecto a las viviendas, el ingeniero civil Daniel Torrealva recomienda que en viviendas fachadas en riesgo de colapso se coloquen mallas estructurales para prevenir la caída de material peligroso (Chávez, junio de 2025). En adición, es necesario que las autoridades establezcan una fiscalización más rigurosa en la construcción de viviendas, con el fin de asegurar desde un inicio un crecimiento demográfico planificado (INDECI, 2022).
[1] Los tipos de sismo definidos por INDECI son los sismos interplaca, sismos corticales, sismos intraplaca (2022)
[2] Mw corresponde a la Magnitud de Momento, escala que mide el tamaño de un terremoto a partir de la energía liberada.
[3] La resistencia estructural se define como la capacidad de una estructura o de sus componentes para soportar las cargas o solicitaciones aplicadas sin colapsar, fallar ni perder su funcionalidad.
Referencias
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