Los programas de alimentación escolar han constituido pilares fundamentales de la política social peruana desde la década de 1990, orientados a mejorar los índices de nutrición y asistencia escolar en poblaciones vulnerables (Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social [MIDIS], 2020). El principal antecedente fue el Programa Nacional de Asistencia Alimentaria (PRONAA), establecido oficialmente el 3 de febrero de 1992.
En 2012, el Estado peruano creó el Programa Nacional de Alimentación Escolar Qali Warma, orientado a ofrecer un servicio alimentario diario que incorporara tradiciones culinarias locales y fomentara la participación comunitaria. Para 2020, su cobertura superó los 4.2 millones de estudiantes de inicial, primaria y secundaria en todo el país (MIDIS, 2020). Sin embargo, esta expansión no estuvo acompañada de una gestión sólida: irregularidades administrativas, denuncias de corrupción y episodios de intoxicación masiva deterioraron progresivamente su credibilidad.
En 2024, el programa fue rebautizado como Wasi Mikuna, acompañado de un incremento presupuestario de S/ 12 millones destinado a reforzar la supervisión de contrataciones. No obstante, ni el cambio de imagen ni los mayores recursos lograron revertir los problemas estructurales: los escándalos de corrupción y las deficiencias en el control de calidad persistieron, comprometiendo la salud de miles de escolares.
Este artículo examina de manera sistemática el surgimiento, la crisis y el colapso de los programas de alimentación escolar Qali Warma (2012–2024) y Wasi Mikuna (2024–2025) en el Perú, mediante el análisis de su evolución institucional, los casos de intoxicación masiva documentados y las respuestas político‑institucionales. El estudio identifica tres fallas críticas —control de calidad deficiente, ausencia de transparencia y supervisión, y gestión de crisis ineficaz— que precipitaron la pérdida de confianza pública. Los hallazgos muestran que la efectividad de estos programas depende menos de su presupuesto o cobertura, y más de la solidez de sus procesos, la transparencia institucional y la capacidad de respuesta ante emergencias.
Origen y Evolución de Qali Warma
Qali Warma (expresión quechua que significa “niño vigoroso”) fue creado mediante decreto supremo en 2012 como parte de una reforma estructural de los programas sociales, luego de los escándalos de corrupción que comprometen al Programa Nacional de Asistencia Alimentaria (PRONAA). A diferencia del modelo centralizado de su predecesor, Qali Warma adoptó un enfoque de cogestión, involucrando a padres, autoridades educativas y funcionarios en la adquisición y distribución de alimentos. Este giro buscaba descentralizar responsabilidades y reforzar la vigilancia social (Torres, 2025).
Hacia 2020, el programa había consolidado una cobertura nacional significativa. Según el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (MIDIS), Qali Warma atendía a 280 414 escolares de educación secundaria bajo las modalidades de Jornada Escolar Completa (JEC), Formas de Atención Diversificada (FAD) [1] y en comunidades indígenas de la Amazonía peruana (MIDIS, 2020). Estas intervenciones alcanzaban 1 649 instituciones educativas públicas distribuidas en todo el país, con énfasis en aquellas situadas en contextos de mayor vulnerabilidad socioeconómica.
Estructura Operativa y Presupuesto
El programa operaba bajo dos modalidades principales de entrega: productos (alimentos no perecederos distribuidos a las instituciones educativas para su preparación in situ [2]) y raciones (alimentos preparados por proveedores externos). El Gráfico 1 muestra la evolución del presupuesto asignado al programa de alimentación escolar entre 2012 y 2025, destacando el crecimiento interanual del PIM, que alcanzó picos de 32% en 2013 y 22% en 2023, así como caídas de –12% en 2014 y –5% en 2024.
Pese a este incremento constante, persistieron debilidades estructurales en los mecanismos de supervisión, control de calidad y rendición de cuentas. Un ejemplo crítico se produjo en 2020, cuando la Contraloría General de la República detectó la distribución de 8 400 jugos vencidos y la entrega de 13 136 unidades de leche a punto de expirar, sin los registros completos correspondientes en el Sistema Integrado de Gestión Operativa (SIGO). Este tipo de incidentes revelaba que el aumento presupuestario no se traducía necesariamente en mejoras de gestión ni en mayor seguridad alimentaria para los beneficiarios.
Gráfico 1: Presupuesto asignado al programa de Alimentación escolar
(Expresado en millones de S/.)
Fuente: Portal de Consulta Amigable MEF - SIAF (2025)
Nota: 1) En el año 2012, se consideró el presupuesto asignado a PRONAA y Qaliwarma.
2) En el año 2025, se consideró el presupuesto asignado a Wasi Mikuna.
La Crisis de 2024-2025
La crisis institucional del programa comenzó el 25 de marzo de 2024, tras la intoxicación de 23 escolares en Cabana, Puno. Las investigaciones revelaron un esquema de corrupción: la empresa Frigoinca sobornó a funcionarios para encubrir su responsabilidad (Tapara, 2025). Esto expuso graves deficiencias de control y derivó en la renuncia del ministro de Desarrollo e Inclusión Social, Julio Demartini, en enero de 2025. En respuesta, el gobierno de Dina Boluarte anunció una “reingeniería total” el 4 de diciembre de 2024 y lo rebautizó como Wasi Mikuna (“comida casera”), aunque el cambio resultó principalmente cosmético. En menos de tres meses persistieron los casos de intoxicación escolar, evidenciando fallas sistémicas de corrupción y gestión (Tapara, 2025).
Una de las modificaciones operativas más significativas fue el intento de transferir la responsabilidad de la compra de alimentos a comités conformados por padres de familia. Según Quispe (2024), Fernández (2024) y Espinoza (2024), este tipo de reconfiguraciones operativas tuvo implicancias económicas y sociales significativas. Según Espinoza (2024), desde una perspectiva educativa, otras evaluaciones encontraron mejoras en el rendimiento de aprendizaje: en la provincia de Pacasmayo, el número de estudiantes atendidos aumentó de 5 352 a 15 043 entre 2013 y 2017, y el porcentaje de rendimiento satisfactorio en comprensión lectora creció de 36.6 % a 55.4 %, mientras que en matemática pasó de 19.4 % a 42.2 % . A nivel nacional, otro estudio aplicando emparejamiento por puntuación de propensión (Propensity Score Matching) [3] también reportó efectos positivos y estadísticamente significativos en los resultados de lectura y matemática en 2019.
Aunque la transferencia de responsabilidades a los comités buscaba reducir los costos institucionales y acercar la gestión a la comunidad, el cambio sin una estructura robusta de supervisión y capacitación debilitó la calidad del servicio. Este proceso generó una paradoja: la descentralización sin soporte técnico y sin mecanismos económicamente eficientes condujo a mejoras cuantitativas (mayor cobertura y gasto local) pero a pérdidas cualitativas (control deficiente, vulnerabilidad a irregularidades y riesgo nutricional), lo que en última instancia erosiona la confianza de los actores sociales y comprometió el impacto del programa.
A pesar del cambio de nombre y ajustes administrativos, los casos de intoxicación alimentaria continuaron en aumento. Entre enero y abril de 2025 se reportaron al menos siete incidentes graves que afectaron a aproximadamente 156 escolares en Lima y seis regiones del país.
Los casos comenzaron en marzo de 2024, con 16 escolares afectados en Puno, seguidos por 20 en Cajamarca (abril), 6 en Moquegua (noviembre) y nuevos episodios en 2025: 25 estudiantes en Áncash (enero), 9 en Lima (1 de abril), 25 en Amazonas (2 de abril), 85 en Piura (3 de abril), y al menos 11 en Loreto y Junín (8 de abril).
Según Gonzáles (2025), más de un centenar de escolares habrían resultado intoxicados por alimentos del programa Wasi Mikuna, destacando el caso de Piura, donde entre 60 y 80 menores fueron afectados por productos en mal estado. Testimonios recogidos por la prensa denunciaron la presencia de contaminantes, como gusanos en alimentos enlatados, lo que evidenció serias deficiencias en la cadena de suministro y control de calidad.
Deficiencias en Control de Calidad
Una auditoría de la Contraloría alertó que Qali Warma no proporcionaba a los directores de colegio una copia de los contratos con los proveedores, lo que impedía verificar si los alimentos entregados cumplían con lo estipulado. Además, los Comités de Alimentación Escolar (CAE) no reportaban incidencias ni llevaban registros de estudiantes atendidos, obstaculizando la respuesta oportuna a problemas operativos (Defensoría del Pueblo, 2025).
El análisis "Operativo EduQa" detectó que muchas raciones (como leche enriquecida con pan o galletas) ofrecían menos energía de la requerida, contenían casi el límite máximo permitido de grasas saturadas y, en algunos casos, excedían hasta en 400 % el nivel máximo de azúcar recomendado por la OPS (Defensoría del Pueblo, 2025).
Asimismo, se documentaron casos alarmantes como la distribución de conservas presuntamente adulteradas con carne de caballo, además de pan y compota contaminados con hongos, hechos denunciados por ex trabajadores de Frigoinca y confirmados en varias regiones (Diario La Otra Cara, 2024; Infobae, 2025).
Corrupción Sistémica
Uno de los factores determinantes en el colapso de los programas fue la presencia de esquemas de corrupción que comprometen la integridad del sistema.
La corrupción comprometió directamente el funcionamiento del programa en tres niveles operativos críticos. Primero, en la fase de contratación, donde se manipulaban las especificaciones técnicas para direccionar las licitaciones: "Todo empieza desde el momento en que desde el MIDIS se acomodan las especificaciones técnicas de los alimentos —leche, conservas, carnes— para orientar las compras" (Tapara, 2025), lo que explicaría la concentración de contratos en un número reducido de proveedores.
Segundo, en la supervisión y control de calidad, donde funcionarios recibían sobornos para ocultar irregularidades. El caso Frigoinca evidenció este mecanismo: la empresa "sobornó a funcionarios y servidores del programa para ocultar su responsabilidad por la intoxicación" de 23 escolares en Cabana, Puno (Tapara, 2025). Esta práctica comprometió los protocolos de inocuidad alimentaria y permitió que productos defectuosos llegaran a las escuelas.
Tercero, la corrupción alcanzó los niveles jerárquicos más altos del programa, involucrando a Fredy Hinojosa, ex director ejecutivo de Qali Warma y posteriormente jefe de gabinete de la presidenta Boluarte, quien fue investigado "por presuntamente integrar una organización criminal en el marco del caso de alimentación escolar" (Calderón, 2025). Esta situación generó un ambiente institucional donde las decisiones estratégicas priorizaban intereses particulares sobre la seguridad alimentaria escolar.
El impacto directo en el funcionamiento se manifestó en la entrega de productos adulterados, incluyendo "conservas que presuntamente contenían carne de caballo en lugar de carne de vaca y otros productos no aptos para el consumo humano" (Calderón, 2025), comprometiendo gravemente la misión fundamental del programa de garantizar alimentación segura y nutritiva para los escolares.
Gestión de Crisis Deficiente
La respuesta gubernamental a los incidentes de intoxicación reveló una gestión deficiente. En lugar de asumir responsabilidad institucional y atacar las causas estructurales, las autoridades tendieron a culpar a terceros. Así, se responsabilizó a las madres de familia de Cabana por la preparación de los alimentos (Tapara, 2025).
Esta estrategia se reflejó también en la inmovilización puntual de productos de ciertas empresas, sin atender los problemas sistémicos: “El problema […] no son los proveedores ni los padres de familia, sino el modelo del programa Wasi Mikuna” (Tapara, 2025).
Correa (2025) advirtió que culpar a padres o escolares —por no lavarse las manos o preparar mal los alimentos— desplaza el foco del verdadero problema. En la misma línea, la directora del programa, Nadya Villavicencio, sugirió que los padres podrían ser responsables, reforzando la tendencia institucional a trasladar la culpa a los beneficiarios (Calderón, 2025).
Consecuencias y transición
El programa Wasi Mikuna fue extinguido mediante el Decreto Supremo N.º 006-2025-MIDIS, tras la escalada de intoxicaciones y la presión pública. La medida declaró en emergencia el servicio alimentario escolar a nivel nacional (Angulo, 2025). Documentos oficiales reconocieron que el modelo presentaba limitaciones estructurales imposibles de corregir con ajustes operativos, acumuladas desde su etapa como Qali Warma (Memorando N.º D000205-2025-MIDIS-VMPES, citado en Angulo, 2025). La ministra Urteaga justificó la decisión señalando que no era posible seguir poniendo en riesgo la vida de los niños, dado que el esquema vigente operaba con contratos heredados y sin posibilidad de compra directa a fabricantes (Calderón, 2025).
El decreto estableció una transición hasta diciembre de 2025, durante la cual se adoptarían medidas excepcionales para resguardar la salud y seguridad alimentaria de la población escolar (Decreto Supremo N.º 006-2025-MIDIS, citado en Angulo, 2025). Una de las propuestas fue el piloto de transferencias monetarias directas a familias, implementado con apoyo del Programa Mundial de Alimentos en Piura, Cusco y Ayacucho. Esta iniciativa promueve la organización comunitaria, compras locales y capacitación técnica, con participación activa de madres de familia (Gonzáles, 2025). No obstante, se mantiene en fase experimental y requiere evaluación rigurosa antes de su escalamiento nacional (Torres, 2025).
El modelo enfrenta riesgos significativos, especialmente en supervisión, uso del dinero y condiciones mínimas en las escuelas: “¿Quién garantiza la inocuidad de los alimentos? ¿Cómo se fiscaliza el uso del dinero? ¿Qué ocurre en escuelas sin agua potable ni cocinas?” (Torres, 2025). Además, según Huamán, la desactivación del programa deja en incertidumbre a más de 65 mil colegios y a más de 4 millones de estudiantes, quienes dependían del servicio alimentario estatal, al menos para el desayuno (Calderón, 2025).
Conclusiones
El fracaso de Qali Warma y Wasi Mikuna evidencia problemas estructurales en la implementación de políticas sociales en Perú. Tres factores fueron decisivos: la corrupción sistémica que afectó todo el proceso y debilitó la confianza pública; la debilidad de los mecanismos de control, incapaces de evitar la llegada de productos en mal estado; y la respuesta institucional limitada a cambios superficiales, como el reemplazo de nombres, sin reformas de fondo.
Las lecciones apuntan a replantear los programas de alimentación escolar con: (a) transparencia y rendición de cuentas efectivas; (b) sistemas de control de calidad independientes; y (c) modelos de gestión que fortalezcan la responsabilidad institucional. Una alternativa a explorar es la transferencia directa de recursos a comités de padres, evaluando su capacidad para superar las limitaciones actuales.
En este sentido, destaca la experiencia del Programa Nacional de Alimentación Escolar de Brasil (PNAE), que atiende a más de 40 millones de estudiantes con 50 millones de comidas diarias y exige que al menos 30% de los alimentos provengan de agricultores familiares, fortaleciendo economías locales y garantizando calidad (FAO, 2017; Sidaner, 2013). El PNAE se ha consolidado como referencia regional en control, transparencia y cooperación técnica.
Como advierte Correa (2025), saldar la deuda con la infancia exige garantizar servicios de calidad, lo que requiere no solo ajustes técnicos, sino un compromiso político y social sostenido con el bienestar de los niños y niñas más vulnerables.
[1] Las Formas de Atención Diversificada (FAD) incluyen modalidades adaptadas a entornos rurales o de difícil acceso, como Secundaria Tutorial, Centros Rurales de Formación en Alternancia y Secundaria con Residencia Estudiantil, que combinan periodos presenciales y semipresenciales, garantizando asistencia y pertinencia cultural.
[2] Es una locución latina que significa literalmente "en el lugar" o "en el sitio". Se utiliza para indicar que una acción, observación o intervención se realiza directamente en el lugar donde ocurre o se encuentra algo, sin necesidad de trasladarlo o modificarlo.
[3] El Propensity Score Matching (PSM) es un método econométrico utilizado en evaluación de impacto que empareja unidades de tratamiento y control con características observables similares, con el fin de estimar el efecto causal de una intervención.
Referencias
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